Federal Communications Commission FCC 18-57 STATEMENT OF COMMISSIONER JESSICA ROSENWORCEL APPROVING IN PART, DISSENTING IN PART Re: The Uniendo a Puerto Rico Fund and the Connect USVI Fund, et al., WC Docket Nos. 18-143, 10-90, 14-58 Eight months ago, Hurricane Maria made landfall in Puerto Rico and the US Virgin Islands. The storm visited just a few weeks after Hurricane Irma swept through the same area. It brought harsh and unforgiving weather—and left its mark. All told, the islands sustained damages of as much as $85 billion. Power outages were widespread, reaching 80 percent of the power lines. Communications networks were torn apart, with 95 percent of cell sites out of service following the storm. Of course, numbers like these do not tell the whole story. Six months after Hurricane Maria arrived in the Caribbean, I traveled to Puerto Rico. It’s a lush and beautiful place. But the damage done by hurricane season was many months later, still out in the open, for all to see. Traffic lights didn’t work. Streets were unnaturally dark. Tarps covered parts of buildings. Construction gates surrounded stray blocks of concrete and rebar. There were gashes in infrastructure and signs missing along roadways that needed no explanation. These are the marks of the storm’s damage that don’t go away, that remind residents of the awful harm that wind and rain can do to a community, its economy, and its way of life. I also saw extraordinary heroism. In a rural village in Toa Baja I met with community leaders who organized their neighbors when a nearby creek swelled and threatened homes near the sugar cane fields. When the water poured in, their fast thinking saved hundreds of lives when they mobilized the entire community to seek higher ground and take shelter in a school. They lived there together for a week until they were safely relocated to another site. Today, they are rebuilding the tight-knit community, salvaging what has not been ruined, and reconstructing what still needs repair. But even six months after the storm, this community still lacked basic power and communications. These images inform my thinking about this Order and Notice of Proposed Rulemaking, which I largely support. It establishes a universal service funding mechanism dedicated to rebuilding and expanding voice and broadband networks on both Puerto Rico and the US Virgin Islands. This approach will replace the existing system of universal service support currently available on these islands. Specifically, it will provide an immediate infusion of funds to help with restoration efforts and additional funds to support communications over the long haul. This is a serious effort. But it cannot mask a more fundamental failure in the aftermath of this humanitarian crisis. Following past storms of this magnitude, the Federal Communications Commission held public hearings and issued reports summarizing the scope of the communications failure and itemizing the best practices and policy changes that would strengthen our response in future disasters. So it was following Hurricane Katrina, when the FCC got out of the office and held a public hearing to assess the damage done. It followed up with a report with over ten pages of recommendations for improving network resiliency, public safety coordination, and emergency communications. Similarly, following Superstorm Sandy, the FCC held public hearings in the affected area and took the lessons learned and informed its wireless reliability and technology transitions policies. But despite the epic devastation from Hurricane Maria, the FCC failed to hold any public hearings to discuss this communications disaster in the affected area. The FCC refused to do even a basic report as we have done in the past. This is a shame. Puerto Rico and the US Virgin Islands deserve the same treatment from this agency as communities on the mainland. Moreover, this was a lost opportunity because efforts like these could have informed our approach in this rulemaking. Our failure to do even a simple assessment on par with what has been done in the past through hearings and reports is an ugly mistake. In this regard, I dissent. Finally, it is necessary to point out that there is an ongoing FCC proceeding that could damage so much of the good we do today. More than 500,000 people in Puerto Rico rely on the FCC’s Lifeline program for communications service. Without it, they are unable to reach out in crisis, seek emergency healthcare, and rebuild what the storm rendered fragile in their lives. Nonetheless, the FCC has a pending rulemaking that would all but dismantle the Lifeline program in Puerto Rico. I hope the FCC rethinks its approach—because supporting universal service infrastructure will do little good if the agency undermines the very program that residents of these islands rely on to make use of those facilities. This is a complex effort. Serious gratitude goes to the staff of the FCC behind this proceeding and all others at the agency who do extraordinary work to help communities recover from disaster and restore communications. 4 DECLARACIÓN DE LA COMISIONADA DE LA FCC, JESSICA ROSENWORCEL EN COINCIDENCIA PARCIAL Y DISIDENCIA PARCIAL Con referencia a: Uniendo a Puerto Rico Fund y Connect USVI Fund, et al., WC Docket Nos. 18-143, 10-90, 14-58 Hace ocho meses, el Huracán María arrasó a Puerto Rico y a las Islas Vírgenes de los Estados Unidos. La tormenta llegó pocas semanas después de que el Huracán Irma azotara esa misma área. María produjo condiciones atmosféricas duras e inclementes dejando su rastro. En su totalidad, los daños en la isla llegaron a los $85 mil millones. Los cortes de energía eléctrica fueron masivos, alcanzando al 80 por ciento de las líneas eléctricas. Las redes de comunicaciones quedaron destrozadas, con el 95 por ciento de las torres celulares quedando fuera de servicio tras la tormenta. Por supuesto, las cifras por sí no reflejan toda la historia. Seis meses después de la llegada del Huracán María al Caribe, yo viajé a Puerto Rico. Es un lugar exuberante y hermoso. Pero el daño causado por la temporada de huracanes se evidenciaba claramente a la vista de todos, aún varios meses después. Los semáforos no funcionaban. Las calles estaban extrañamente oscuras. Los edificios estaban parcialmente cubiertos por lonas. Barreras de construcción rodeaban bloques de concreto y acero. Se observaban tajos en la infraestructura y rótulos ausentes a lo largo de las carreteras, lo cual no requería explicaciones. Estos son las rastros indelebles del paso de la tormenta, que les recuerdan a los residentes los terribles daños que el viento y la lluvia pueden causar a una comunidad, a su economía y a su forma de vida. También vi un heroísmo extraordinario. En un poblado rural de Toa Baja me reuní con líderes comunitarios que organizaron a sus vecinos cuando un arroyo cercano creció amenazando los hogares situados cerca de los campos de caña de azúcar. Cuando el agua inundó la zona, su actuación diligente en trasladar a todos a terrenos más elevados y un refugio en una escuela, salvó cientos de vidas. Todos se quedaron viviendo allí por una semana hasta que fueron trasladados a otro lugar. Hoy en día, están reconstruyendo su unida comunidad, salvaguardando lo que no fue arruinado y arreglando lo que todavía necesita ser reparado. Pero aún seis meses después de las tormentas esta comunidad carecía de energía eléctrica y de servicios de comunicaciones básicos. Estas imágenes influyeron mis reflexiones sobre esta orden y notificación formal de propuesta normativa (Order and Notice of Proposed Rulemaking), la cual apoyó en gran medida. La misma establece un mecanismo para el fondo de servicio universal dedicado a reconstruir y ampliar las redes de voz y de banda ancha tanto en Puerto Rico como en las Islas Vírgenes de los Estados Unidos. Este mecanismo reemplazará al sistema de apoyo del servicio universal actualmente disponible en estas islas. Específicamente, proporcionará una infusión inmediata de fondos para asistir en los esfuerzos de recuperación, y fondos adicionales para dar apoyo a las comunicaciones a largo plazo. Este es un esfuerzo importante. Pero no puede disimular una falla fundamental en las secuelas de esta crisis humanitaria. En el pasado, tras tormentas de esta magnitud, la Comisión Federal de Comunicaciones celebró vistas públicas y emitió informes resumiendo el alcance de las averías en los servicios de comunicaciones y enumerando las mejores prácticas y los cambios de políticas públicas que fortalecerían nuestras acciones al enfrentar desastres en el futuro. Así pasó tras el Huracán Katrina, cuando la FCC viajó fuera de sus oficinas y celebró una vista pública para evaluar los daños. La FCC le dió seguimiento a la vista redactando un informe de más de diez páginas ofreciendo recomendaciones para mejorar la resiliencia de las redes, la coordinación de la seguridad pública y las comunicaciones de emergencia. De forma similar, tras la Supertormenta Sandy, la FCC celebró vistas públicas en el área afectada aplicando las lecciones aprendidas y así instruyendo sus políticas de fiabilidad inalámbrica y de transición tecnológica. Pero a pesar de la devastación gigantesca causada por el Huracán María, la FCC no celebró ninguna vista pública en el área afectada para hablar de este desastre de las comunicaciones. La FCC hasta se negó a preparar el informe básico que hemos presentado en el pasado. Esto es una lástima. Puerto Rico y las Islas Vírgenes de los Estados Unidos merecen el mismo trato por parte de esta agencia al que reciben las comunidades ubicadas en el continente. Es más, se ha desperdiciado una oportunidad, porque esfuerzos como éste podrían haber servido para instruir nuestro enfoque en esta formulación de normas. Que no hayamos realizado ni la más simple evaluación equivalente a las que se han realizado en el pasado, mediante vistas e informes, es un error inquietante. En este sentido, difiero. Finalmente, es necesario señalar que hay un procedimiento vigente ante la FCC que podría perjudicar a gran parte del bien que hacemos hoy. Más de quinientas mil personas en Puerto Rico dependen del programa Lifeline de la FCC para recibir servicios de comunicaciones. Sin él no pueden comunicarse en momentos de crisis, ni pedir asistencia médica de emergencia, ni reconstruir los aspectos de su diario vivir que la tormenta menoscabó. No obstante, hay una formulación de normativa pendiente en la FCC que podría desmantelar el programa Lifeline en Puerto Rico. Espero que la FCC reconsidere su enfoque – porque respaldar la infraestructura del servicio universal no servirá de mucho si la agencia socava el programa que los residentes de estas islas utilizan dicha infraestructura. Este es un esfuerzo complejo. Agradezco en especial la labor de los funcionarios de la FCC en este procedimiento y a todos quienes realizan un trabajo extraordinario en la agencia para ayudar a las comunidades a recuperarse después de los desastres y a restablecer los servicios de comunicaciones.